Uno de los rasgos distintivos de la mitología nórdica es que la gente siempre creyó que sus dioses pertenecían a una raza finita.
Los Ases habían tenido un comienzo y, por tanto, se razonaba, debían tener un final y si habían nacido de una mezcla de elementos divino y mortales (los gigantes), su naturaleza era imperfecta.
Llevaban dentro el germen de la muerte y estaban, al igual que los hombres, destinados a sufrir la muerte física para obtener de este modo, la inmortalidad espiritual.
Todo el esquema de la mitología nórdica era consiguientemente un drama, conduciendo cada paso de su historia, gradualmente, hacia el clímax o final trágico, cuando, con verdadera justicia poética, el castigo y la recompensa serían imparcialmente impuestos sobre todos sus protagonistas.
VÖLUSPÁ
La Profecía de la Vidente es el nombre del primer poema de la Edda poética. Cuenta la historia de la creación del mundo y su final.
El poema se presenta como la declaración de una "völva" (vidente, sibila) no conocida, ante la existencia de Valfodr, uno de los muchos nombres de Odín.
Él le había pedido que le contase los antiguos relatos de los hombres, las primeras cosas que podía recordar. Empezó hablando de sus recuerdos de épocas primigenias, para continuar con acontecimientos posteriores, aunque muy antiguos y finalmente, siguió con el futuro, el cual profetizó, presumiblemente ante la inquietud de Odín.
La profecía comienza a relatar la historia de la creación del mundo de forma resumida. La vidente explica cómo pudo conseguir su conocimiento, conociendo así la fuente de la omnisciencia de Odín, y otros secretos de los dioses de Asgard.
Menciona los acontecimientos presentes y futuros, aludiendo a muchos de los mitos nórdicos, como la muerte de Baldr y el encadenamiento de Loki. Por último, la vidente habla del fin del mundo, el Ragnarök, y su segunda venida.
Comienza entonces a relatar el mito de la creación: en el principio el mundo estaba vacío, hasta que los hijos de Bor levantaron la tierra desde el fondo del mar. Los Æsir establecieron entonces el orden en el cosmos, ubicando en él al Sol, la Luna y las estrellas, comenzando así el ciclo del día y la noche.
Siguió así una edad en la que los Æsir crearon y acumularon mucho oro, por lo que fue llamada la Edad Dorada, en la cual construyeron con dicha templos palacios, y crearon herramientas y artefactos.
Pero entonces tres poderosos gigantes llegaron desde Jotunheim, finalizando así la edad de oro. Los Æsir crearon entonces a los enanos, de los que Mótsognir y Durin eran los más poderosos.
Tras esto, se narra la creación del primer hombre y la primera mujer, Ask y Embla, así como una descripción de Yggdrasil, el árbol-mundo. La vidente narra después como Gullveig originó la primera guerra, y lo que sucedió en la lucha entre Æsir y Vanir.
La vidente revela a Odín que conoce algunos de sus propios secretos, de cómo sacrificó uno de sus ojos en pos del conocimiento, obteniendo la cabeza profética de Mimer y suele preguntar constantemente a Odín si desea seguir escuchando su narración, y entonces ella le cuenta cómo los problemas pronto acaecerán: la muerte de Baldr, el mejor y más bello de los dioses; la enemistad de Loki; la destrucción final de los dioses, donde fuego e inundaciones abruman el cielo y la tierra, mientras que los dioses libran la batalla final contra sus enemigos, aludiendo este vaticinio al Ragnarök, el "destino de los dioses".
Describe los hechizos de la batalla, las luchas personales de los dioses, y el trágico final de muchos de ellos, entre los que se cuenta el propio Odín.
Finalmente, un nuevo mundo renacido se creará desde las cenizas de la muerte y la destrucción, donde Baldr volverá a vivir en un mundo nuevo donde la tierra florecerá en abundancia.
MITO DE LA CREACION
Cuando nada había y la oscuridad reinaba en todas partes, existía un poderoso ser llamado Allfather (Padre de Todo), al que imaginaban confusamente tanto no creado como no visto, y todo lo que él deseaba era aprobado. Era una especie de ser invisible
que había existido desde siempre, y el cual contaba con once nombres más.
En el centro del espacio se encontraba, en el albor del tiempo, un gran abismo llamado Ginnungagap, la grieta de entre las grietas, la sima grandiosa, cuya profundidad no alcanzaba a ver ningún ojo y que estaba cubierto en una constante penumbra.
Al norte de este lugar se encontraba un espacio o mundo conocido como Niflheim (el mundo de la niebla y la oscuridad) en el centro del cual burbujeaba el inagotable manantial Hvergelmir (la caldera hirviente), cuyas aguas abastecían doce grandes corrientes conocidas como las Elivagar.
Como las aguas de estas corrientes fluían velozmente desde su origen hasta encontrarse con las frías ráfagas de la sima grandiosa (Ginnungagap), se solidificaban pronto en enormes bloques de hielo, que rodaban hacia las inconmensurables profundidades del gran abismo con un continuo estruendo atronador.
Al sur de esta oscura fosa, en dirección opuesta al Niflheim, el reino de la niebla, se localiza otro mundo conocido como Muspellsheim (el hogar del fuego elemental), donde todo era calor y luz y cuyas fronteras eran guardadas continuamente por Surtr, el gigante de la llama.
Este gigante blandía ferozmente su reluciente espada, lanzando continuamente grandes cantidades de chispas, que caían con un silbido sobre los bloques de hielo en el fondo del abismo, derritiéndolos parcialmente con su calor incandescente.
Las nubes de vapor se elevaban y, al encontrarse de nuevo con el frío, se transformaban en escarcha, la cual, capa a capa, rellenaba el espacio central.
De esta manera, por la continua acción del frío y el calor, y también debido probablemente a la voluntad de Allfather, una gigantesca criatura llamada Ymir u Olgelmir (arcilla hirviente), la
personificación del océano congelado, nació entre los bloques de hielo del Ginnungagap y como fue creado a partir de la escarcha, se le llamó Hrimthurs o el Gigante de Hielo.
Andando a tientas en la oscuridad en busca de alimento, Ymir se encontró con una vaca gigantesca llamada Audhumla (la alimentadora), que había sido creada de la misma manera y con los mismos materiales con los que el gigante había sido concebido.
Corriendo hasta ella, Ymir observó con placer que de sus ubres fluían cuatro grandes arroyos de leche, que le proporcionarían alimento más que suficiente.
Todas sus necesidades fueron satisfechas de esta manera; sin embargo, la vaca, buscando comida a su vez a su alrededor, comenzó a lamer la sal de un bloque de hielo cercano con su áspera lengua.
Siguió haciendo esto hasta que primero aparecieron los cabellos, después la cabeza entera de un dios emergió de su helada envoltura y finalmente Buri (el productor) se vio completamente liberado.
Mientras la vaca se encontraba ocupada de esta manera, Ymir, el gigante, se había quedado dormido y mientras dormía, un hijo y una hija habían nacido de la transpiración bajo sus axilas y sus pies habían producido el gigante de seis cabezas Thrungelmir, el cual, poco después de nacer, dio a luz a su vez al gigante Bergelmir, del cual descienden todos los gigantes malignos helados.
Cuando los gigantes se dieron cuenta de la existencia del dios Buri y de su hijo Börr (nacido), al cual había producido inmediatamente, una guerra surgió entre ellos, ya que al representar dioses y gigantes las fuerzas opuestas del bien y del mal, no cabía la
posibilidad de que pudieran vivir juntos en paz.
La lucha continuó durante años sin que ningún bando lograra una decidida ventaja, hasta que Börr se casó con la giganta Bestla, hija de Bolthjorn (la espina del mal); de la pareja nacieron tres
poderosos hijos: Odín (espíritu), Vili (voluntad) y Ve (sagrado).
Estos tres hijos se unieron inmediatamente a su padre en su lucha contra los gigantes de hielo enemigos y finalmente lograron matar a su rival más devastador, el gran Ymir.
Mientras caía sin vida, la sangre manó de sus heridas en cantidades tan grandes que terminó produciendo un gran diluvio en el que pareció toda su raza, a excepción de Bergelmir, el cual logró escapar con su esposa en un bote hasta los confines del mundo.
Allí construyó su morada, llamando al lugar Jötunheim (hogar de los gigantes) y allí engendró una nueva raza de gigantes de hielo, los cuales heredaron sus aversiones y continuaron su odio de sangre, estando siempre dispuestos a salir resueltamente de su desolado país para atacar el territorio de los dioses.
Los dioses, llamados Ases (pilares y soporte del mundo) en la mitología del Norte, tras haber triunfado sobre sus enemigos y haber terminado de esta manera la guerra, comenzaron entonces a mirar a su alrededor, con la intención de mejorar el aspecto desolado de las cosas y moldear un mundo habitable.
Tras la debida consideración, los hijos de Börr arrojaron el enorme cadáver de Ymir al Ginnungagap, poniéndolo en medio, y comenzaron a crear el mundo a partir de las diversas partes que lo componían.
De su carne moldearon Midgard (el jardín medio), el nombre que se le dio a la Tierra. Éste se situó en el centro exacto del vasto espacio, y fue cubierto con las cejas de Ymir como baluartes o murallas.
La porción sólida de Midgard fue rodeada con la sangre o el sudor del gigante, que pasaron a formar el océano, el agua y los mares, mientras que sus huesos pasaron a constituir las montañas, sus dientes los precipicios y sus cabellos rizados los árboles y la vegetación.
Bien satisfechos con sus primeros esfuerzos en la creación, los dioses tomaron entonces la abultada calavera del gigante y la equilibraron diestramente para formar los cielos abovedados sobre tierra y mar. Después esparcieron sus sesos a través de sus vastas
extensiones para crear de ellos las nubes.
Para sostener la bóveda celestial, los dioses colocaron a los poderosos enanos Nordri, Sudri, Austri y Westri en sus cuatro esquinas, ordenándoles que lo sostuvieran sobre sus hombros.
De ellos recibieron los cuatro puntos cardinales sus nombres actuales de Norte, Sur, Este y Oeste. Para iluminar el mundo creado, los dioses sembraron la bóveda celestial con chispas procedentes de Muspellsheim, puntos de luz que brillaban constantemente a través de la oscuridad como estrellas relucientes. Las más luminosas de estas chispas, sin embargo, se reservaron para la forja del Sol y de la Luna.
Cuando todos los preparativos concluyeron, y los corceles Arvakr (el despertador temprano) y Alsvin (el marchador veloz) fueron enganchados al carro del Sol; De forma similar, el carro de la luna fue
provisto con un ágil corcel llamado Alsvider (el más veloz).
Los carros estaban preparados para lo que iba a ser su recorrido diario, pero sin guías. Los dioses buscaron a su alrededor y los dos bellos hijos del gigante Mundilfer llamaron su atención.
Él estaba muy orgulloso de sus hijos y les había dado el nombre de las recién creadas orbes, Mani (la luna) y Sol (el Sol). Los nombres probaron haber sido otorgados acertadamente, pues el hermano y la hermana fueron nombrados los encargados de conducir los corceles de sus brillantes homónimos.
Tras recibir los debidos consejos de los dioses, fueron llevados hasta el cielo y día tras día, cumplieron con sus obligaciones asignadas conduciendo los corceles a través de los senderos celestiales.
Pero ya que el mal siempre sigue de cerca los pasos del bien con la intención de destruirlo, los antiguos habitantes de las regiones del Norte imaginaron que tanto el Sol como la Luna eran perseguidos incesantemente por los fieros lobos llamados Sköll (repulsión) y Hati (odio), cuyo único objetivo era alcanzar y tragarse a los brillantes
objetos que perseguían, para que el mundo volviera así a estar envuelto en su oscuridad inicial.
Mientras los dioses estaban ocupados creando la Tierra y proporcionándole iluminación, una horda de criaturas con aspecto de gusano habían estado reproduciéndose en la carne de Ymir. Estas desagradables criaturas terminaron atrayendo la atención divina.
Convocándoles ante su presencia, los dioses les dieron primero forma y les dotaron de una inteligencia sobrehumana, tras lo cual los dividieron en dos grandes clases.
Aquellos que eran de naturaleza oscura, traicionera y taimada, fueron desterrados a Svartalfheim, hogar de los enanos negros, el. Se les llamaba enanos, trolls, gnomos o kobolds, y empleaban toda su energía y tiempo en explorar los escondrijos secretos de la Tierra. Coleccionaban oro, plata y piedras preciosas, que guardaban en grietas secretas de donde podían sacarlas según su deseo.
Al resto de estas pequeñas criaturas, incluyendo todos los que eran hermosos, benignos y provechosos, los dioses los llamaron hados y elfos, y fueron enviados para que moraran en el espacioso reino de Alfheim (hogar de los elfos de luz), situado entre el cielo y la tierra, de donde podían descender siempre que quisieran, para cuidar de las
plantas y las flores, jugar con los pájaros y las mariposas, o bailar en la hierba a la luz de la Luna.
Odín, que había sido el espíritu líder en todas estas empresas, ordenó a los dioses, sus descendientes, que le siguieran hasta la vasta llanura conocida como Idawold, que se encontraba muy por encima de la Tierra, al otro lado de la gran corriente Ifing, cuyas
aguas nunca se helaban.
En el centro del sagrado espacio, que desde el comienzo del mundo había sido reservado para su propia morada y había sido llamado Asgard los doce ases y las veinticuatro asynjur se reunieron en asamblea a la llamada de Odín.
Se celebró un gran consejo, en el cual se decretó que no se derramaría sangre dentro de los límites de su reino, o durante el tratado de paz, pues la armonía debía reinar allí por siempre.
Como resultado de la conferencia, los dioses también construyeron una fragua, en la que diseñaron todas sus armas y herramientas requeridas para construir los magníficos palacios de metales preciosos, en los cuales vivieron durante muchos años en un estado de felicidad tan perfecta que este período pasó a llamarse la Edad de Oro.
LA CREACION DEL HOMBRE
Aunque los dioses habían diseñado desde el principio Midgard o Manaheim, como la morada del hombre, no existían seres humanos que lo habitaran todavía.
Un día, Odín, Vili y Ve, según algunas autoridades en la materia, o bien Odín, Hoenir (el birollante) y Lodur o Loki (fuego), comenzaron a caminar juntos por la orilla del mar, donde se encontraron o bien con dos árboles, el fresno (Ask) y el olmo (Embla) o con los dos bloques de madera, tallados con toscas formas humanas. Los dioses contemplaron al principio la madera inerte con silencioso asombro.
Odín les dio el hálito vital; Vili les dio ingenio y las emociones; Ve les dio sentidos y habla (o alternativamente, Odín les infundió la vida física y el alma, Hœnir la inteligencia y los sentidos, y Loki la sangre).
Dotados así con habla e intelecto, y con poder para amar, esperar y trabajar, y con vida y muerte, a los recién creados hombre y mujer se les otorgó libertad para gobernar Midgard a su deseo.
Lo poblaron gradualmente con su descendencia, mientras los dioses, recordando que habían sido ellos los que los habían dotado con vida, se interesaron especialmente en todas sus actividades, velando por ellos y concediéndoles con frecuencia su ayuda y protección.
Ask ("fresno", el varón) y Embla ("olmo", la mujer) vivieron en Midgard y se convirtieron en los progenitores de la humanidad.
Allfather creó después un enorme fresno de nombre Ygdrassil, el árbol de universo, del tiempo o de la vida, el cual ocupaba todo el mundo.
EL FIN DE LOS DIOSES
Los Ases toleraron la presencia del mal entre ellos, personificado por Loki. Débilmente se dejaron llevar por sus consejos, permitieron que les involucrara en toda clase de dificultades de las cuales lograban salir sólo al precio de separarse de su virtud o la paz,
y poco a poco le fueron permitiendo tener tal dominio a Loki sobre ellos, que no vacilaba en robarles sus más preciadas posesiones, la pureza, o la inocencia, personificada por Balder el Bondadoso.
Demasiado tarde se dieron cuenta de lo maligno que era este espíritu, hasta que hubo encontrado un hogar entre ellos y, demasiado tarde, desterraron a Loki a la Tierra, donde los hombres, siguiendo el ejemplo de los dioses, fueron corrompidos por su siniestra influencia.
ANTECEDENTES AL RAGNAROK
° El nacimiento de tres criaturas descendientes de Loki y Angrboda, llamados: Jormundgander, Fenrir y Hel, y la acción de los dioses para confinarlos.
° La muerte de Baldr, y el castigo de Loki.
JÖRMUNDGANDER
También llamada la "Serpiente de Midgard", es una gigantesca serpiente que ronda Midgard hasta el día del Ragnarök. Es un monstruo masculino. Hijo de Loki y la giganta Angrboda.
Cuando los Æsir se enteraron de este ser maligno engendrado por tan terribles padres, y vieron con su don de la adivinación las cosas terribles que haría, decidieron encargarse del monstruo.
Odín lo lanzó al mar que rodea Midgard, donde quedará atrapada hasta el día de la destrucción total. Jormundgander creció tanto que mordiéndose la cola podría abrazar toda la tierra.
El enemigo de Jörmungander era el dios Thor; en su último encuentro en el Ragnarok, Thor le dará muerte, caminara nueve paso y morira tambien por el veneno de la serpiente.
FENRIR
Uno de los tres monstruos que nacieron de Loki y Angrboda. Al principio sólo era un cachorro, pero conforme se le alimentó comenzó a crecer, y pronto fue tan grande que era imposible controlarlo.
Dos veces fallaron los dioses en su intento por apresarlo ya que se liberaba con gran sencillez.
Los dioses del Asgard pidieron la fabricación de una ligadura irrompible a los enanos. Éstos les fabricaron una cinta liviana, dulce, sedosa y fina, y que sin embargo nadie podría romper, pues estaba fabricada con el sonido de la pisada del gato, la barba de la mujer, las raíces de la montaña, los nervios del oso, el soplo de los peces y la saliva del pájaro. La llamaron Gleipnir.
Para ello, los dioses idearon un juego en el que Fenrir debía dejarse amarrar para probar si podía romper la cinta (que ellos no podían).
Desconfiado, debido a sus anteriores experiencias, el lobo consintió para no pasar por cobarde, a condición de que uno de ellos pusiera la mano en su boca durante todo el tiempo que durara la prueba.
Tyr, entonces, con valentía y sencillez extendió su mano derecha y se la metió en la boca. Los otros dioses ataron a Fenrir, quien empezó a debatirse cada vez más ferozmente, y los dioses se rieron al ver a su enemigo reducido. Sólo Tyr no se rió pues sabía a lo que estaba expuesto.
En efecto, Fenrir al darse cuenta de que le habían tendido una trampa, cerró su boca y le cortó la mano al dios.
La razón de este encadenamiento es que los Ases saben que será causante del fin del mundo.
En el Ragnarok, cuando rompa su prisión milenaria y se libere de sus cadenas, el fuego y el agua subterráneas invadirán la Tierra. Matará a Odín y será muerto por Vidar.
HELA
Hija del dios Loki y Angrboda, Hela reina sobre el Niflheim, donde vive bajo una de las raíces de Yggdrasil.
La mitad derecha de su cuerpo era realmente hermosa, pero la mitad izquierda de este era igual al de un cadáver en putrefacción y de él despedía un olor nauseabundo. Se cree que Hela se representa así por como es vista la muerte por los hombres.
Antes de que Baldr muriera, Odín bajó hasta el Helheim para preguntar a Hela como moriría este. El primero en acudir fue el perro de Hela, que con todo el pecho ensangrentado ladró a Odín durante mucho tiempo, hasta que éste se disfrazó y se encontró con la señora del infierno y ésta le dijo que Baldr moriría a manos de Höðr.
Cuando la muerte de Baldr se vio consumada, Hermod, el más rápido de todos los dioses montó a Sleipnir, el caballo de Odín y fue camino al Helheim. Cuando llegó vio a su hermano ocupando el asiento más distinguido del palacio.
Hermod, explicando a Hela la pena de los dioses y de todas las cosas vivientes por la muerte de Baldr, le pidió que lo dejara volver a Asgard.
Ésta pidió que todas las cosas del mundo, animadas e inanimadas, lloraran la muerte de Baldr para ver si era tan mundialmente amado; solo así le devolvería la vida.
Entonces, todo en el mundo lloró por su dios muerto; todos menos una giganta llamada Thok. Esta giganta, que era Loki disfrazado, se negó a llorar ya que decía que Baldr nunca le había dado ninguna alegría. De este modo Baldr quedará en el Helheim hasta el Ragnarök.
BALDER, HODUR Y EL CASTIGO DE LOKI
De Odín y Frigg, se dice, nacieron hijos gemelos tan diferentes en carácter y aspecto físico como era posible que lo fueran dos niños. Hodur, dios de la oscuridad, era sombrío, taciturno y ciego, como la oscuridad del pecado, la cual se suponía que simbolizaba; mientras que su hermano Balder, el bello, era venerado como el dios puro
y radiante de la inocencia y la luz.
LAS PESADILLAS DE BALDER
Ya que era tan natural que Balder el hermoso estuviera sonriente y feliz, los dioses comenzaron a darse cuenta de un cambio en su comportamiento. Odín y Frigg, percatándose del evidente
abatimiento de su amado hijo, le rogaron con ternura que les revelara la causa de su tristeza.
Balder fue cediendo finalmente a sus anhelantes ruegos, confesó que sus sueños, en vez de ser tranquilos y reparadores como antaño, se habían visto extrañamente alterados por oscuras y opresivas pesadillas, las cuales, aunque no podía recordarlas cuando se despertaba, le perseguían constantemente con una vaga sensación
de miedo.
Cuando Odín y Frigg oyeron esto, se sintieron muy desasosegados, aunque prometieron que nada dañaría a su universalmente amado hijo. Sin embargo, cuando los inquietos padres discutieron posteriormente el asunto, confesaron que también ellos se habían
visto asaltados por extraños presentimientos y, llegando finalmente a creer que la vida de Balder estaba seriamente amenazada, procedieron a tomar medidas para evitar el peligro.
Frigg envió a sus sirvientes en todas direcciones, con órdenes estrictas para exigir a todas las criaturas vivientes, todas las plantas, metales, piedras, de hecho, toda cosa animada o inanimada, que pronunciaran el solemne juramento de no hacerle daño alguno a Balder.
Toda la creación hizo enseguida su juramento, ya que no existía nada sobre la tierra que no amara al radiante dios. Los sirvientes regresaron hasta Frigg, informándole que todos habían jurado debidamente, excepto el muérdago que crecía sobre el tronco del roble a las puertas del Valhalla, aunque era, añadieron, una cosa tan
inofensiva e insignificante que no había nada que temer.
Frigg reanudó entonces su hilado con gran alegría, ya que estaba segura de que nada podría perjudicar a su hijo que amaba por encima de todo.
Odín, mientras tanto, había decidido consultar con una de las profetisas o valas muertas. Montado sobre su corcel de ocho patas Sleipnir, cabalgó y penetró en la oscura morada de Hel.
Odín vio, para su sorpresa, que un festín se estaba preparando en este oscuro reino y que los divanes habían sido cubiertos con tapices y anillos de oro, como si se esperara a algún importante invitado.
Pero él siguió corriendo sin descanso, hasta que llegó hasta
el lugar donde la vala había descansado sin ser perturbada durante muchos años, tras lo que comenzó a entonar un hechizo mágico y a trazar las runas que tenían el poder de revivir a los muertos.
La tumba se abrió súbitamente y su profetisa se incorporó lentamente, preguntando quién había osado interrumpir su sueño. Odín, que no deseaba que supiera que él era el poderoso padre de dioses y hombres, respondió que era Vegtam, hijo de Valtam, y que
la había despertado para informarse sobre el personaje para el que Hel estaba sacando sus divanes y preparando un banquete festivo.
Con voz sepulcral, la profetisa confirmó todos sus temores contándole que el invitado al que esperaban era Balder, que estaba
destinado a ser muerto por Hodur, su hermano, el dios ciego de la oscuridad.
A pesar de la evidente reticencia de la vala para seguir hablando, Odín no quedó aún satisfecho y le exigió que le dijera quién vengaría al dios asesinado y daría cuenta de su asesino. La venganza y la represalia eran consideradas como deberes sagrados por las razas nórdicas. Entonces la profetisa le relató como Rossthiof había ya pronosticado que Rinda, la diosa tierra, tendría un hijo de Odín y que Vali, como se llamaría el niño, no se lavaría el rostro ni se peinaría los cabellos hasta que hubiese vengado en Hodur la muerte de Balder.
Una vez hubo dicho esto la reacia vala, Odín preguntó: "¿Quién rehusará llorar la muerte de Balder?". Esta imprudente pregunta demostró un conocimiento del futuro que ningún mortal podía poseer, lo cual le reveló inmediatamente a la vala la identidad de
su visitante.
Consiguientemente, rehusando decir una sola palabra más, volvió a hundirse en el silencio de la tumba, declarando que nadie sería capaz de volver a sacarla de nuevo hasta que llegara el fin del mundo.
Tras enterarse de los designios de Orlog (destino), que él sabía que no podían ser anulados, volvió a montar en su caballo y emprendió triste el camino de vuelta a Asgard, pensando en la hora, no lejana, en al que su amado hijo dejara de ser visto en las moradas celestiales, y cuando la luz de su presencia se hubiera desvanecido por siempre.
Al entrar en Gladsheim, sin embargo, Odín se vio algo tranquilizado por las noticias, rápidamente comunicadas por Frigg, referentes a que todas las cosas bajo el Sol habían prometido que no dañarían a Balder y, sintiéndose convencido de que si nada iba a matar a su hijo, seguramente iba a continuar alegrando a los dioses y a los hombres con su presencia, dejó a un lado las preocupaciones y se entregó a los placeres del festín.
LOS JUEGOS DE LOS DIOSES
El campo de recreo de los dioses estaba situado en las verdes llanuras de Ida, y tenía el nombre de Idavold. Allí se trasladaban los dioses cuando estaban de buen humor y su juego favorito era el de lanzar sus discos de oro, lo cual hacían con gran habilidad.
Habían vuelto a la práctica de este acostumbrado pasatiempo con entusiasmo redoblado desde que Frigg hubiera dispersado con sus precauciones la nube que había oprimido sus espíritus. Sin embargo, cansados al final de este juego, pensaron en idear otro.
Habían averiguado que ningún proyectil podía dañar a Balder, por lo que se entretuvieron lanzándole toda clase de armas, piedras, etc., con la certeza de que no importaba cuánto se afanaran, pues los objetos, habiendo jurado no dañarle, errarían su objetivo o caerían cortos de distancia.
Esta nueva diversión demostró ser tan fascinante que pronto todos los dioses se congregaron alrededor de Balder, recibiendo cada nuevo fallo en acertarle con prolongadas risas.
LA MUERTE DE BALDER
Estos arranques de jolgorio despertaron la curiosidad de Frigg, quien se encontraba hilvanando sentada en Fensalir, y, viendo a una anciana pasar delante de su morada, le pidió que se detuviera y que le contara qué estaban haciendo los dioses para provocar tanto jolgorio.
La anciana no era otra que Loki disfrazado, quien respondió que los dioses estaban lanzando contra Balder piedras y otros proyectiles, embotados y afilados, mientras que éste permanecía entre ellos sonriente e ileso, retándoles a que le acertaran.
La diosa sonrió y reanudó su labor, diciendo que era bastante natural que nada pudiera dañar a Balder, ya que todas las cosas amaban la luz, del cual él era su símbolo, y habían jurado solemnemente no dañarle.
Loki, la personificación del fuego, se disgustó mucho al oír esto, ya que estaba celoso de Balder, el Sol, que le había eclipsado por completo y era amado por todos, mientras que a él se le temía y se le evitaba todo lo posible.
Pero él ocultó astutamente su irritación y le preguntó a Frigg si estaba segura de que todos los objetos se habían unido al convenio.
Ella respondió orgullosa que había obtenido el solemne juramento de todas las cosas, excepto el de un pequeño e inofensivo parásito, el muérdago, que crecía en el roble cerca de las puertas del Valhalla y era demasiado pequeño e insignificante como para ser temido.
Esta información era todo lo que Loki quería saber y, tras despedirse de Frigg, se alejó. Sin embargo, tan pronto como estuvo fuera del alcance de su vista, recuperó su forma habitual y el muérdago que Frigg había mencionado.
Entonces, con sus artes mágicas le confirió al parásito un tamaño y una dureza bastante fuera de lo común.
Del tallo de madera así obtenido fabricó diestramente una flecha con la que regresó corriendo hasta Idavold, donde los dioses aún le estaban lanzando proyectiles a Balder, estando mientras tanto únicamente Hodur apoyado tristemente contra un árbol, sin
participar en el juego.
Loki se aproximó a la ligera hasta el dios ciego y, fingiendo interés, le preguntó a cerca de la causa de su melancolía, insinuando astutamente al mismo tiempo que eran el orgullo y la indiferencia lo que le prevenían de participar en el juego.
En respuestas a estas afirmaciones, Hodur alegó que sólo su ceguera le impedía tomar parte en el nuevo juego y cuando Loki puso la flecha de muérdago en su mano y lo guió hacia el centro del círculo, indicándole la dirección de la insólita diana, Hodur disparó su flecha enérgicamente.
Pero para su consternación, en vez de las sonoras risas que esperaba, un escalofriante grito de horror atravesó sus oídos, pues Balder el hermoso había caído al suelo, atravesado por el fatal muérdago.
Con terrible preocupación se reunieron los dioses alrededor de su querido compañero, pero su vida había sido extinguida y todos sus esfuerzos para revivir al dios Sol caído fueron inútiles.
Desconsolados por su pérdida, se volvieron furiosos hacia Hodur, a
quien hubieran matado allí mismo de no haber sido refrenados por la ley de los dioses, que impedía que ningún acto deliberado de violencia profanara sus lugares sagrados.
El sonido de sus altos lamentos atrajo con gran rapidez a las diosas hasta el terrible lugar, y cuando Frigg vio que su hijo estaba muerto, rogó vehementemente a los dioses que fueran hasta Niflheim para implorarle a Hel que liberara a su víctima, ya que la tierra no
podría existir felizmente sin él.
Ya que el camino era extremadamente fatigoso y accidentado, ninguno de los dioses se ofreció a ir al principio. Pero cuando Frigg prometió que ella y Odín recompensarían al mensajero amándole por encima de todos los Ases, Hermod mostró su disposición a ejecutar la misión.
A fin de capacitarle para ello, Odín le prestó a Sleipnir, y el noble
caballo, que no solía dejar que nadie lo montara excepto Odín, partió sin demora hacia la oscura trayectoria que sus cascos ya habían cabalgado en dos ocasiones anteriormente.
Cuando Hermod logró estar ante Hel, la diosa declaró que permitiría a su víctima marcharse a condición de que todas las cosas animadas e inanimadas mostraran su pesar por su pérdida derramando lágrimas.
Esta respuesta estaba llena de esperanzas, pues toda la Naturaleza lamentaba la pérdida de Balder y seguramente no había nada en toda la creación que fuera a negar el tributo de una lágrima.
Los dioses se reunieron en asamblea ansiosamente alrededor de Hermod cuando éste regresó, y una vez hubo entregado los mensajes y los regalos, los Ases enviaron heraldos a todas las partes del mundo para pedir a todas las cosas animadas e inanimadas que lloraran la muerte de Balder.
Al Norte, al Sur, al Este y al Oeste se dirigieron los heraldos y a su paso caían las lágrimas de todas las plantas y árboles, por lo que el suelo se vio saturado de humedad y los metales y piedras, a pesar de sus duros corazones, lloraron también.
De camino de vuelta finalmente hacia Asgard, los mensajeros vieron acurrucada en una oscura cueva a un giganta de nombre Thok, que algunos mitólogos supusieron que era Loki disfrazado. Cuando se le pidió que derramara una lágrima, se burló de los heraldos e, introduciéndose en los oscuros nichos de su cueva, declaró que ninguna lágrima caería de sus ojos y que a ella poco le importaba que Hel retuviera a su presa por siempre.
Tan pronto como los mensajeros llegaron a Asgard, los dioses se congregaron a su alrededor para conocer el resultado de su misión. Pero sus rostros, iluminados con la alegría de la anticipación, se oscurecieron por la desesperación cuando supieron que una criatura había rehusado al tributo de las lágrimas, por lo que no podrían tener nunca más a Balder en Asgard.
Los decretos del destino aún no habían sido del todo consumados, y el acto final de la tragedia será brevemente resumido.
Vali el Vengador, como fue llamado, hijo de Odín y de Rinda, entró en Asgard el día de su nacimiento y aquel mismo día dio muerte a Hodur con una flecha de un haz que al parecer había acarreado para ese propósito. Así, el asesino de Balder, a pesar de que había sido un instrumento inconsciente, expió por el crimen con su sangre, según el código de los verdaderos nórdicos.
EL DESTINO DE LOKI
El último crimen de Loki y el que midió su capacidad para la iniquidad, fue el de inducir a Hodur para que lanzara el muérdago fatal contra su hermano Balder, a quien odiaba solamente por su inmaculada pureza.
Quizá incluso este crimen hubiera podido ser tolerado si no hubiese sido por su obstinación cuando, disfrazado de la anciana Thok, se le pidió que derramara una lágrima por Balder.
Este acto convenció a los dioses de que sólo albergaba mal en su interior, y pronunciaron unánimemente sobre él la sentencia de destierro perpetuo de Asgard.
Para desviar la tristeza de los dioses y hacerles, durante un rato, olvidar la perfidia de Loki y la pérdida de Balder, Egir, dios del mar, les invitó a que participaran de un banquete en sus cuevas de coral en el fondo el mar.
Los dioses aceptaron gustosos la invitación y, vestidos con sus más ricas prendas y luciendo alegres sonrisas, se presentaron en las cuevas de coral a la hora fijada. Nadie se encontraba ausente excepto el radiante Balder, por quien muchos lanzaron un suspiro
pesaroso, y el malvado Loki, a quien nadie pudo echar de menos.
En el transcurso del festín, sin embargo, este último se apareció entre ellos como una oscura sombra y, cuando se le ordenó que se marchara, descargó su cólera de maldad en un torrente de
improperios contra ellos.
Entonces, celoso de las alabanzas que Funfeng, el sirviente de Egir, había obtenido por la destreza con la que había presentado sus respetos a los invitados de su señor, Loki se volvió hacia él súbitamente y lo mató. Ante este crimen sin sentido, los dioses echaron encolerizados a Loki una vez más, amenazándole con terribles castigos si volvía a presentarse ante ellos.
Consciente de que ahora no podía albergar esperanzas de ser admitido de nuevo en Asgard, y que tarde o temprano los dioses, viendo las consecuencias de sus actos de maldad, lamentarían haberle permitido que recorriera el mundo e intentarían capturarlo
o bien le darían muerte, Loki se retiró a las montañas, donde se construyó una cabaña con cuatro puertas, que siempre dejaba abiertas para asegurarse la huida en caso de
necesidad.
Trazando cuidadosamente un plan, decidió que si los dioses venían en su búsqueda, él correría hasta unas cataratas cercanas, según la tradición el río Fraananger y, transformándose en un salmón, evadiría a sus perseguidores. Pensó, sin embargo, que
aunque pudiera fácilmente evitar los anzuelos, le resultaría difícil el escapar si los dioses fabricaban una red como la de la diosa del mar, Ran.
Acosado por este temor, decidió comprobar la posibilidad de que construyeran una malla así, y comenzó a fabricar una con hilo. Aún se encontraba atareado con la labor cuando Odín, Kvasir y Thor aparecieron súbitamente en al distancia.
Sabiendo que habían descubierto su refugio, Loki arrojó su red a medio terminar al fuego y, corriendo a través de una de sus siempre abiertas puertas, saltó hacia la cascada, donde, con forma de salmón, se escondió entre unas piedras en el fondo del río.
Los dioses, encontrando la cabaña vacía, estuvieron a punto de marcharse, cuando Kvasir se percató de los restos de la red quemada en la chimenea. Tras pensar durante un rato le asaltó la inspiración y aconsejó a los dioses tejer un instrumento similar y
usarlo para buscar a su enemigo en la corriente cercana, ya que era propio de Loki el elegir un método tal para confundir su persecución.
Este consejo pareció apropiado y fue seguido rápidamente y, cuando la red fue finalizada, los dioses procedieron a rastrear el río.
Loki eludió la red cuando fue lanzada por primera vez escondiéndose en el fondo del río entre dos piedras y cuando los dioses extendieron la malla e iniciaron un segundo intento, efectuó su huida saltando corriente arriba.
Sin embargo, un tercer intento de capturarle fue exitoso, ya que, al intentar escapar una vez más con un repentino salto, Thor lo atrapó en el aire y lo sujetó con tanta fuerza que no pudo escapar.
Loki volvió entonces hoscamente a su forma habitual y sus apresadores lo arrastraron hasta una caverna, donde lo ataron usando como cuerdas las entrañas de su hijo Narve, que había sido despedazado por Vali, su hermano, a quien los dioses habían
transformado en un lobo para tal propósito. Una de estas ataduras fue ceñida bajo los hombros de Loki y la otra bajo sus ijadas, asegurando por tanto sus manos y sus pies; pero los dioses, no del todo satisfechos de que las cuerdas, aunque eran duras y resistentes, pudieran resistir, las transformaron en hierro.
Skadi, la giganta, una personificación de los fríos ríos de montaña, que había observado con alegría el encadenamiento de su enemigo, ató entonces una serpiente directamente sobre su cabeza, para que su veneno cayera, gota a gota, sobre su rostro.
Pero Sigyn, la fiel esposa de Loki, corrió a su lado con un vaso y hasta el día de la venida el Ragnarok permaneció con él, recogiendo las gotas mientras caían, sin dejar nunca su puesto excepto cuando el recipiente estaba lleno y se veía obligada a vaciarlo.
Sólo durante sus cortas ausencias podían las gotas de veneno caer sobre el rostro de Loki y entonces provocaban un dolor tan intenso que se retorcía por el tormento, y sus esfuerzos por liberarse sacudían la tierra y provocaban los terremotos que tanto asustan a los mortales.
En esta dolorosa posición estaba Loki destinado a permanecer hasta el ocaso de los dioses, cuando sus ataduras se soltarían, tras lo cual tomaría parte en el fatal conflicto en el campo de batalla de Vigrid, sucumbiendo a manos de Heimdall, que sería muerto al mismo tiempo.
FIMBULVETR, PREVIO AL RAGNAROK
El prefijo "fimbul" significa "el más grande", "gigantesco". El significado original de "vetr" es "invierno" (equivalente a vinter en los idiomas escandinavos continentales modernos y winter en inglés y alemán). Está relacionado también con el vocablo nórdico antiguo "veðr", "tormenta" o "clima tormentoso" (y con las equivalencias modernas para "clima" en los idiomas germánicos: väder en sueco, Wetter en alemán, weather en inglés). Significa "el más grande invierno".
El Fimbulvetr es el preludio inmediato del Ragnarök, el fin del mundo nórdico. Según se relata en Gylfaginning, estos inviernos son seguidos uno de otro, sin veranos intermedios. Para este tiempo la nieve vendrá de todas direcciones y se predecían batallas interminables entre los hombres, donde muchos morirían.
El mundo se llenará de contiendas, incluso con luchas en el seno de las familias, lo que cercena el corazón del pensamiento nórdico. Los vínculos éticos se disolverán.
Preámbulo
Viendo que el crimen predominaba y que todo el bien había sido desterrado de la Tierra, los dioses se percataron de que las antiguas profecías estaban a punto de verse cumplidas y que la sombra de Ragnarok, el ocaso de los dioses, ya se cernía sobre ellos.
Sol y Mani palidecieron de miedo y condujeron sus carros temblorosos a través de sus caminos señalados, mirando hacia atrás, temerosos de los lobos que les perseguían y que pronto los alcanzarían y los devorarían.
Conocían sus destinos, pero aún así continuaron su recorrido y se enfrentaron a su final. Y al desaparecer sus sonrisas, la Tierra se volvió triste y fría y el terrible invierno Fimbul comenzó.
Los penetrantes vientos soplaron desde el Norte y toda la tierra fue cubierta con una gruesa capa de hielo.
Este severo invierno duró durante tres estaciones completas sin descanso y fue seguido por otros tres, igual de duros, durante los cuales toda la alegría abandonó la Tierra y los crímenes de los hombres aumentaron con pavorosa velocidad, mientras, en la lucha
general por la vida, los últimos sentimientos de humanidad y compasión desaparecieron.
En los oscuros nichos del Ironwood, la giganta Iarsaxa o Angurboda, alimentaba diligentemente a los lobos Hati, Sköll y Managarm, la progenie de Fenris, con las médulas de los huesos de los asesinos y los adúlteros y tal era el predominio de estos crímenes que nunca se le restringía la comida a los casi insaciables monstruos.
Diariamente ganaron fuerzas para perseguir a Sol y a Mani y finalmente, los alcanzaron y los devoraron, inundando la tierra con sangre de sus fauces goteantes.
Así, pues, ante esta terrible calamidad, toda la tierra tembló y se agitó. Las estrellas, asustadas, cayeron desde sus posiciones y Loki, Fenrir y Garm, renovando sus esfuerzos, hicieron pedazos sus cadenas y se dirigieron a tomar venganza.
Al mismo tiempo, el dragón Nidhug logró roer la raíz del fresno Yggdrasil, que se estremeció hasta su rama más alta. El gallo rojo Fialar, posado en lo alto del Valhalla, cacareó en alto la alarma, que fue inmediatamente repetida por Gullinkambi, el gallo en Midgard, y por la rojiza ave de Hel en Niflheim.
EL RAGNAROK
Esta batalla será supuestamente emprendida entre los dioses, los Æsir, liderados por Odín y los jotuns liderados por Loki. No sólo los dioses, gigantes, y monstruos perecerán, sino que casi todo en el universo será destruido.
Lo que es único sobre el Ragnarök como historia apocalíptica es que los dioses ya saben a través de la profecía, lo que va a suceder: qué avisará de la llegada del acontecimiento, quién será matado por quién, y así sucesivamente. Incluso saben que ellos no tienen el poder de evitarlo.
EL INICIO / HEIMDALL ANUNCIA EL FIN
Después de una persecución perpetua, el lobo Skoll y su hermano Hati finalmente devorarán a la diosa Sol y a su hermano Máni respectivamente. Las estrellas desaparecerán de los cielos, sumiendo a la tierra en oscuridad.
La tierra se estremecerá tan violentamente que los árboles serán arrancados de raíz y las montañas caerán; cada unión y cada eslabón se romperá y se separará, liberando a Loki y su hijo, el lobo Fenrir.
El terrible hocico de este lobo se abrirá tanto, que la parte inferior de su quijada raspará contra la tierra y la parte superior de su quijada ejercerá presión contra el cielo. Las llamas bailarán en sus ojos y saltarán de sus fosas nasales.
Eggthér, el vigilante de los Jotuns, se sentará en su tumba y rasgará su arpa, sonriendo severamente.
El gallo rojo Fjalar cantará a los gigantes y el gallo de oro Gullinkambi cantará a los dioses. Un tercer gallo, de color rojo óxido, levantará a los muertos en Hel.
La temible serpiente de Midgar, Iörmungandr, había sido despertada por el alboroto general y con inmensos retorcimientos y conmoción, por lo que los mares fueron azotados con enormes olas como nunca antes habían alterado las profundidades del mar, se arrastró hasta la tierra y se apresuró a unirse a la terrible refriega, en la que iba a jugar un papel importante.
Una de las grandes olas, agitadas por los esfuerzos de Iörmungandr, puso a flote a Nagilfar, el funesto barco, que estaba completamente construido con las uñas de aquellos muertos cuyos familiares habían fracasado, a través de los años, en su deber, habiendo olvidado cortar las uñas de los fallecidos antes de que pudieran descansar.
Tan pronto como esta embarcación salió a flote, Loki embarcó en ella con el feroz ejército de Muspellheim y lo guió audazmente a través de las agitadas aguas hasta el lugar del conflicto.
Éste no era el único barco que se dirigía a Vigrid, pues de un espeso banco de niebla, hacia el Norte, salió otra embarcación, pilotada por Hrym, en la que todos eran gigantes de hielo, armados por completo e impacientes por entrar en batalla contra los Ases, a quienes siempre habían odiado con todas sus fuerzas.
Al mismo tiempo, Hel, la diosa de la muerte, salió por una grieta en la tierra desde su hogar en el inframundo, seguida de cerca por el sabueso de ésta, Garm. Los malhechores de su lúgubre reino y el dragón Nidhug, que sobrevoló el campo de batalla, transportando cadáveres sobre sus alas.
Tan pronto como aterrizó, Loki dio la bienvenida a estos refuerzos con alegría y, colocándose en cabeza, marchó con ellos hacia la lucha.
Los cielos se partieron súbitamente en dos, y a través de la enorme brecha, cabalgó Surtr con su espada flameante, seguido por sus hijos y, mientras atravesaban el puente Bifröst, con la intención de arrasar Asgard, el glorioso arco se hundió con un estruendo
bajo las pisadas de sus caballos.
Heimdal siendo el primero de los dioses que verá a los enemigos acercarse, soplará su cuerno Giallar, que sonará con tal ímpetu que será oído a través de los nueve mundos.
Todos los dioses despertarán e inmediatamente se reunirán en consejo. Después Odín montará Sleipnir y galopara a la morada de Mimer para consultarle por acerca de la esperanza de su pueblo y de él mismo.
Los dioses sabían muy bien que su fin se encontraba ahora cerca y que su debilidad y falta de previsión les había situado en gran desventaja, pues Odín sólo tenía un ojo, Tyr una mano y Frey nada, excepto un cuerno de venado con el que defenderse, en vez de su
invencible espada.
Sin embargo, los Ases no mostraron señales de desesperación, sino que, como auténticos dioses de guerra del Norte, se pusieron sus más ricas vestimentas y cabalgaron alegremente hacia el campo de batalla, decididos a poner un alto precio a sus vidas.
Mientras reunían sus fuerzas, Odín descendió una vez más hasta el manantial Urdar, donde bajo Yggdrasil derribado, se sentaban aún las Nornas con los rostros cubiertos y guardando un silencio obstinado, con su tela que yacía rasgada a sus pies.
El padre de los dioses susurró de nuevo un comunicado misterioso a Mimir, tras lo cual volvió a montar sobre su caballo Sleipnir y se reunió con el ejército que esperaba.
Entonces, Yggdrasil, el árbol del mundo, se sacudirá desde la raíz a la punta. Todo en la tierra, el cielo y Hel temblará. Este extenso ejército (432.000 Einherjer - 800 de cada una de las 540 puertas del Valhalla) marchará hacia Vigrid y Odín cabalgará al frente, usando un casco de oro y una faja brillante, sacudiendo a su lanza Gungnir.
LA BATALLA FINAL
Los combatientes se encontraban ahora congregados en las vastas extensiones de Vigrid.
A un lado, se alineaban los severos, tranquilos rostros de los Ases, los Vanes y los Einheriar, mientras que en el otro se reunían el abigarrado ejército de Surtr, los sombríos gigantes de hielo, el pálido ejército de Hel y Loki y sus horribles seguidores, Garm, Fenrir e Iörmungandr, estos dos últimos, arrojando fuego y humo, y exhalando nubes de vapores tóxicos y mortales, que llenaban todo el cielo y la tierra con su venenoso aliento.
Odín y el lobo Fenrir entraron en impetuoso contacto, mientras Thor atacaba a la serpiente Iörmungandr y Tyr medía sus fuerzas contra el perro Garm.
Frey terminó con Surtr, Heimdall con Loki, a quien ya había derrotado en una ocasión anterior y el resto de los dioses y todos los Einheriar se enfrentaron a enemigos dignos de su coraje.
Pero, a pesar de su preparación diaria en al ciudad celestial (Asgard), el anfitrión del Valhalla estaba destinado a sucumbir y Odín estuvo entre los primeros de los seres brillantes que fueron abatidos.
Ni siquiera el elevado coraje y los poderosos atributos de Allfather pudieron resistir la oleada de mal que personificaba Fenrir.
A cada momento triunfante de la lucha, su tamaño colosal asumía proporciones aún mayores, hasta que finalmente, sus fauces abiertas de par en par abarcaron todo el epacio entre el cielo y la tierra, y el repugnante monstruo se abalanzó furiosamente sobre el padre de los dioses y engulló su cuerpo entero dentro de su horrible estómago.
Ninguno de los dioses pudo ayudar a Allfather en el momento crítico, ya que era tiempo de dolorosa adversidad para todos. Frey desplegó esfuerzos heroicos, pero la reluciente espada de Surtr le asestó entonces un golpe mortal.
En su lucha contra el archienemigo Loki, Heimdall se desenvolvió mejor, pero su conquista final tuvo un alto precio, ya que también cayó muerto.
La contienda entre Tyr y Garm tuvo el mismo final trágico y Thor, tras un terrible encuentro con la serpiente de Midgard y después de matarla con un golpe de Mjölnir, se tambaleó hacia atrás nueve pasos y se ahogó en la corriente de veneno que se derramó de las fauces del monstruo muerto.
Vidar llegó entonces rápidamente desde una parte distante de la llanura para vengar la muerte de su padre Odín, y el destino presagiado cayó sobre Fenrir, cuya mandíbula inferior sintió entonces la huella del zapato que había sido reservado para ese día.
En el mismo momento, Vidar asió la mandíbula superior del monstruo con sus manos y con un terrible tirón, lo partió en dos, según el relato de Snorri, y según el Völuspá, Vidar mató a Fenrir clavándole un puñal hasta el corazón.
EL FUEGO DEVORADOR
Habiendo perecido los demás dioses que habían tomado parte en la contienda y todos los Einheriar, Surtr arrojó súbitamente sus ardientes tizones sobre el cielo, la tierra y los nueve reinos de Hel.
Las furiosas llamas cubrieron el tronco masivo del fresno del
mundo, Yggdrasil y alcanzaron los palacios dorados de los dioses, que fueron consumidos por completo.
La vegetación sobre la tierra fue destruida de forma similar y el terrible calor hizo que todas las aguas hirvieran.
El gran incendio ardió violentamente hasta que todo fue consumido, cuando la tierra, ennegrecida y llena de cicatrices, se hundió lentamente bajo las olas hirvientes del mar.
Efectivamente, Ragnarok había llegado. La tragedia mundial había concluido, los protagonistas divinos estaban muertos y el caos parecía haber reanudado su antiguo dominio.
Pero los nórdicos creían que, tras haber perecido todo el mal en las llamas de Surtr y haberse hecho justicia, el bien se alzaría de las ruinas para recuperar su dominio sobre la Tierra y que algunos de los dioses regresarían para vivir en los cielos para siempre.
EPILOGO
Tras cierto espacio de tiempo, la tierra, depurada por el fuego y purificada por su inmersión en el mar, emergió de nuevo en toda su prístina belleza y fue iluminada por el Sol, cuyo carro era conducido por un hijo de éste, nacido antes de que el lobo hubiera devorado a su madre.
La nueva orbe del día no tenía imperfecciones como el primer Sol y sus rayos ya no eran tan ardientes como para tener que situar un escudo entre él y la tierra. Estos rayos más beneficiosos, pronto causaron que la tierra renovara su manto verde y crecieran flores y frutas en abundancia.
Unos cuantos dioses sobrevivirán a la dura prueba: El hermano de Odín, Vili, los hijos de Odín, Vidar y Vali, los hijos de Thor Modi y Magni, que heredarán el martillo mágico de su padre, Mjollnir, y finalmente Hœnir, que sostendrá la varita y preverá lo que está por venir. Baldr y su hermano Höðr, quienes murieron antes del Ragnarok, emergerán del infierno y se postraran en los aposentos de Odín, el Valhalla de los cielos.
Al reunirse en Idavöll, estos dioses se sentarán juntos, discutirán su conocimiento oculto, y charlarán sobre muchas cosas que han sucedido, incluyendo el mal de Jörmungandr y Fenrir.
El pasado se había ido para siempre y las deidades supervivientes podían recordarlo sin amargura. El recuerdo de sus antiguos compañeros era, sin embargo, querido para ellos, y muy a menudo regresaron a sus sitios favoritos para permanecer junto a los recuerdos felices. Fue así como, caminando un día sobre el largo césped de Idavold, encontrarán los tableros de ajedrez de oro, los cuales los Æsir utilizaron, y admirarán esta maravilla.
Cuando el pequeño grupo de dioses se volvió tristemente hacia el lugar donde se habían alzado una vez sus moradas señoriales, se dieron cuenta, para su grata sorpresa, que Gimli, la morada celestial más elevada, no había sido consumida, pues se erigía resplandeciente ante ellos, con su techo dorado brillando más que Sol. Corriendo hasta allí descubrieron, para su regocijo, que se había convertido en el lugar de refugio de todos los virtuosos.
Dos seres humanos, Líf (o liv, "vida") y su esposo Lífþrasir ("quien desea o busca la vida") emergieron entonces de las profundidades del bosque de Hodmimir ("de Mimir"), donde habían huido para refugiarse cuando Surtr había puesto el mundo en llamas.
Habían caído en un tranquilo sueño, inconscientes de la destrucción a su alrededor y habían permanecido allí, alimentados por el rocío de la mañana, hasta que era seguro para ellos el volver a salir, cuando tomaron posesión de la tierra regenerada, que sus descendientes poblarían y sobre la cual tendrían un dominio completo y adorarán su nuevo panteón de dioses, gobernado por Baldr.
Todavía existirán muchas moradas que contendrán las almas de los muertos. Según la Edda prosaica, otro cielo existe al sur y sobre Asgard, llamado Andlang, y un tercer cielo sobre este, llamado Vidblain; y estos lugares ofrecerán protección mientras el fuego de Surt quema al mundo.
De acuerdo a los dos 'Eddas', después del Ragnarok, el mejor lugar de todos será Gimlé, un edificio más favorable que el sol, cubierto con oro, en el cielo. Allí, los dioses vivirán en la paz entre ellos y con otros.
Existirá Brimir, un aposento en Okolnir ("nunca frío"), en donde una gran cantidad de buenas bebidas serán servidas. Y existirá Sindri, un excelente aposento hecho enteramente de oro rojo, en Nidafjoll ("montañas oscuras"). Las almas de voluntad buena y virtuosa vivirán en estos lugares.
La Edda prosaica también menciona otra morada llamada Nastrond ("filamento del cadáver"). Nastrond será parte del inframundo y será tan vil como extensa: ninguna luz del sol llegará a este lugar; todas sus puertas se ubicarán de cara al norte; sus paredes y azotea serán hechas de serpientes entrelazadas, con sus cabezas mirando hacia adentro, arrojando tanto veneno que correrá como ríos en los pasillos. Los asesinos, los que rompen sus promesas, y los incestuosos nadarán a través de estos ríos por siempre.
Y en el peor lugar de todos, Hvergelmir, los Nidhogg que hayan sobrevivido al Ragnarok, torturarán los cuerpos de los muertos, succionando la sangre de sus cuerpos.
Después de todo, en este mundo nuevo, la maldad y la miseria no existirán más, los dioses y los hombres vivirán juntos en paz y armonía.