La mitología griega, se desarrolló principalmente en el siglo VIII a. C. En ella, los dioses se parecen exteriormente a los seres humanos y revelan sentimientos. Los griegos creían que los dioses habían elegido el monte Olimpo, en una región de Grecia llamada Tesalia, como su residencia. En el Olimpo, los dioses formaban una sociedad organizada en términos de autoridad y poderes, se movían con total libertad y formaban tres grupos que controlaban sendos poderes: el cielo o firmamento, el mar y la tierra.
Los mitos griegos explican los orígenes del mundo y detallan las vidas y aventuras de una amplia variedad de dioses, héroes y otras criaturas mitológicas. Estos relatos fueron originalmente difundidos en una tradición poética oral, pero se conocen principalmente gracias a la literatura griega.
Fueron tres las colecciones clásicas de mitos: La Teogonía de Hesíodo y la Ilíada y la Odisea de Homero.
los poemas épicos la Ilíada y la Odisea, se centran en los sucesos en torno a la Guerra de Troya.
Dos poemas de Hesíodo, la Teogonía y los Trabajos y días, contienen relatos sobre la génesis del mundo, la sucesión de gobernantes divinos y épocas humanas, y el origen de las tragedias humanas y las costumbres sacrificiales.
También se conservaron mitos en los himnos homéricos, en fragmentos de poesía épica del ciclo troyano, en poemas líricos, en las obras de los dramaturgos del siglo V a. C., en escritos de los investigadores y poetas del período helenístico y en textos de la época del Imperio Romano de autores como Plutarco y Pausanias.
HESIODO
Es el gran y primer compilador de la religión antigua griega. Ordenó todo el cuerpo mitológico transmitido hasta entonces de forma oral.
I. LA TEOGONIA (Origen de los Dioses)
El relato más completo de los primeros mitos griegos, trata la creación del mundo, el origen de los dioses, los Titanes y los Gigantes, incluye elaboradas genealogías, relatos populares y mitos etiológicos.
A diferencia de los textos homéricos, la Teogonía está escrita para ser leída como Verdad, como una revelación hecha al autor por las Musas del Monte Helicón; historia que forma la primera parte del texto.
En un principio sólo existía un conglomerado informe compuesto por los cuatro elementos, agua, tierra, cielo y aire, en el cual reinaba el Caos, una deidad sin rostro, al lado de su hija y esposa, Nyx, la negra diosa de la Noche, habida de la Oscuridad, la noche primigenia, la que reina en las esferas celestes, de la que tuvo a Erebo, el vasto espacio subyacente, en que más tarde tendrán su lugar los infiernos, el silencioso y helado lugar donde vagan los espectros y habita el olvido.
Erebo destronó y suplantó a su padre en el lecho de su madre, Nyx, de la que tuvo a las Parcas, que hilan el destino, a Hipnos, inspirador del Sueño, y a Thánatos, portador de la Muerte, las perversas deidades que sigilosamente acechan a los humanos desde las sombras; a Némesis, la terrible diosa de la venganza, a Eros, el impulsivo dios del amor, y a una legión de dioses o demonios sin forma que luego habitarán y parasitarán el corazón de los humanos, para bien o para mal. Finalmente tuvieron a Éter, el aire, y a Hémera, el día, el primero es la clara y pura luz que se adivina en las más altas regiones de la atmósfera; la luz de los dioses. Por su parte el Día, ilumina a los mortales, y alterna con su madre la Noche.
También estos últimos destronaron a sus padres y se propusieron, con la ayuda de su hermano Eros, transformar el mundo caótico en algo bello. Era el comienzo de la creación como organización de los elementos.
De esta unión nació Gea, la Tierra, un lugar sin límites provisto de todo lo necesario para construir la morada de los seres vivos. Eros embelleció a Gea con todos los dones de naturaleza virgen. Y ella correspondió separando de su seno a Urano, el Cielo, de igual extensión que ella misma, y a Pontos, las inconmensurables aguas marinas.
Al mismo tiempo que se da esta división orgánica del universo, tiene lugar el nacimiento de Eros (Cupido), el Amor, que es aquí el principio abstracto del Deseo, y no todavía el pequeño dios maligno, perverso y alado. En los orígenes mismos de la creación del universo, era imprescindible crear el Amor, este es el motor universal; es quien provoca las uniones del principio cósmico, los engendramientos que ni la imaginación concibe. Sin embargo Gea, después de haber engendrado a Urano, dio a luz a las Montañas y las Ninfas (Driada o Nereida), que en ese momento son genios de las Montañas.
Urano y Gea adquieren preeminencia. Un día que el dios del Cielo contemplaba a su madre desde lo alto, hizo caer sobre ella una lluvia fina que la fecundó y la hizo alumbrar todas las plantas, animales y pájaros, todos los mares, ríos y montañas. De ella nacieron doce hijos, los Titanes y las Titánidas.
Los Titanes son seis: Océano, el mayor, luego Ceo, Críos, Hiperión, Iapeto y, finalmente, Cronos (Saturno).
Seis hermanas, las Titánidas: Tía, Rea (Cíbiles), Temis, Mnemosine, Febe y Tetis.
Algunos de estos nombres responden a funciones particulares dentro del mundo, así, Temis, por ejemplo es la Justicia, Mnemosine es la memoria, quien garantiza la duración del mundo, no gracias al tiempo sino a la alternancia entre el día y la noche. Tetis es una divinidad marina; parece personificar la fecundidad femenina del Mar, se casó con Océano, y le dio más de tres mil hijos (los ríos del mundo), su morada está situada lejos en el Oeste, en el país del Atardecer, todo rojo, que el Sol visita a diario al bajar del cielo. Hiperión (el que viaja a lo alto) casado con su hermana Tía, engendra a Helios y Selene (el Sol y la Luna).
La mayor parte de los Titanes no existe más que en su descendencia: Ceo, unido a su hermana Febe (la Brillante), engendra a Leto, que más tarde será la madre de Artemisa y de Febo. Críos, con Euribia, una de las hijas de Gea y del Pontos, engendró a Astreo que fue uno de los esposos de la Aurora (Eos), al gigante Palas, y finalmente Perses, que fue el padre de la diosa Hécate -la señora de la noche-, diosa de la Abundancia, de la Elocuencia, pero también temible maga, hábil para metamorfosearse en perra, en loba, en asna, y cuya estatua de tres cabezas se erguía frecuentemente en las encrucijadas. Iapeto se casó con Climena, hija de Océano y de Tetis, que le dio cuatro hijos: Atlante (Atlas), el gigante que más tarde fue condenado a llevar sobre sus hombros la bóveda del cielo, Menoetio, quien también participó en la rebelión contra Zeus, y que por esa razón fue fulminado y sumergido en el Tártaro. El Titán cuya descendencia reviste mayor importancia es Cronos.
Los Cíclopes de un solo ojo eran también hijos de Urano y Gea, tres genios de la tempestad: Arges (el fulgor del relámpago), Asteropes (las nubes de la tempestad) y Brontes (el estruendo del trueno),
Luego los Hecatónquiros o Centimanos (los Ciembrazos), tres gigantes: Coto, Briareo y Gies.
Urano detestaba haber sido padre tan prolífico y por ello prohibía a sus hijos el ver la luz; les obligaba a permanecer encerrados en las profundidades de la Tierra. Ya que Urano imponía una continua fecundidad a su compañera, ésta planeó junto con sus hijos mayores, la venganza. Ninguno de ellos aceptó, excepto el más joven de ellos, Cronos, quien odiaba a su padre.
Entonces Gea le confió una serpiente de acero muy dura y aguzada, y cuando una noche Urano se acercó a ella para fecundarla una vez más, Cronos que se encontraba expectante, le cortó con la serpiente los testículos a su padre y los lanzó al espacio. La sangre del dios herido cayó en forma de lluvia sobre la tierra y el mar, donde engendró aun otras divinidades.
De esta sangre que cayó en la tierra salieron las Erinias –Eumenides-: Alecto, Tisífone y Megera, las tres Furias, genios crueles que viven en las profundidades del Infierno, donde torturan a los criminales.
Los Gigantes, que eran veinticuatro criaturas enormes de aspecto terrorífico y fuerza invencible, dotados de hirsuta cabellera y piernas en forma de serpiente. El arco es de crin de caballo
Y una nueva generación de Ninfas, las Melíadas, o Ninfas de los fresnos.
De la sangre mezclada con semen, que cayó sobre el mar, nació la diosa Afrodita (Espuma). Amor y el hermoso Deseo, la cortejaron en cuanto nació.
Enfurecido Urano por semejante ultraje, maldijo a Cronos profetizando que a él también le llegaría el día en que un hijo suyo lo destronase.
Luego de cumplir su venganza, Cronos se quedó solo para reinar en el mundo que apenas se formaba. Alrededor de él se formaron nuevas generaciones. Noche engendró a la Suerte, Kere (el Destino) y Thánatos (el Fallecimiento); también engendró el Sueño y toda la raza de los Ensueños, así como a Momo, el dios del sarcasmo, y al Dolor, y a Némesis, que es la venganza de los dioses, y castiga en los hombres todo acto.
Por su propia fecundidad, Noche engendró a las Hespérides, que son las Ninfas del Ocaso. Hay tres: Aegle, Eritia y Hesperaretusa: Habitan en el Extremo Occidente, en las orillas del Océano, no lejos de las islas Afortunadas, donde residen las Almas Felices. Diversos demonios crueles también son hijos de la Noche, Apaté (Engaño), Filotes (Ternura), Geras (Vejez), Eris (Discordia), que a su vez engendró otras calamidades: Olvido, Hambre, Los Dolores, los Combates, los Crímenes, las Querellas, los Discursos embusteros, Anarquía, Desastre, y Juramento (Horco).
Pontos (la Ola) tuvo como primogénito a Nereo, a quien se llama el Viejo del Mar, porque es leal y benigno a la vez, sin olvidar jamás la equidad. También Pontos engendró con Gea, a Taumas, que más tarde fue el padre de la diosa Iris, encarnación del arco iris y mensajera de los inmortales; luego a Forcis. Por su parte Nereo se unió con Doris, una de las hijas de Océano, que le dio las Nereidas, cuyo número varía según las tradiciones: más frecuentemente, se cuentan cincuenta, pero a veces son el doble.
Entre las Nereidas sólo algunas han recibido una leyenda en particular: Tetis, la madre de Aquiles, y Anfitrite, la esposa del Olímpico Poseidón, dios del mar, y la siciliana Galatea. Las Nereidas jóvenes y bellas, pasan su tiempo eterno, hilando y cantando en el palacio de oro de su padre.
Taumas hijo de Pontos, ha engendrado a la Arpías, Aelo y Ocipete (la borrasca y la vueladeprisa) a las que a veces se añade una tercera hermana, Cileno (la Oscura). Estas Arpías son genios malhechores, cuando caen sobre el mar, con toda la velocidad de sus alas, nada les aguanta: Lo arrancan todo a su paso. Se las representa semejantes a pájaros de presa, con garras agudas, y se asegura que viven en las islas Estrofadas, en el centro del mar Jónico.
Las tres viejas del mar son: Las Greas (Enio, Pefredon y Dino: Viven en el Extremo Oriente, en un país cubierto de brumas, donde nunca sale el sol. Sólo tenían un ojo y un diente las tres, sirviéndose de ellos por turno).
Las tres Greas eran hermanas de otros tres monstruos, las Gorgonas, llamadas Esteno, Euríala y Medusa. Medusa era la única mortal entre las tres. Las gorgonas eran horribles, estaban armadas con grandes defensas semejantes a las de los jabalíes: Sus ojos chispeaban y su mirada era capaz de convertir en piedra a quien tuviera la osadía de mirarlas fijamente. Su cabellera era hecha de serpientes, y alas de oro les permitían volar, vivían en los confines del mundo.
Perseo da muerte a Medusa quien había sido fecundada por Poseidón.
De su cuerpo al morir, surgen dos seres: Pegaso, el caballo alado, y Crisaor, el héroe de la espada de oro, que a su vez, engendró al gigante Gerión el de los tres cuerpos, víctima de Heracles y también a Equidna (la Víbora), un monstruo aterrador que se unió a Tifón y le dio hijos: El monstruo perro Ortros, compañero de Gerión, Cerbero, el perro que guardaba los Infiernos, la Hidra de Lerna, que había de ser muerta por Heracles, y la Quimera, a la que más tarde combatiría Belerofonte.
PRIMERA GENERACION DE DIOSES
En unión con su hermana la Titánida Rea, Cronos tuvo tres hijas: Hestia, Deméter y Hera, y tres hijos: Hades, Poseidón y, finalmente, Zeus.
Una maldición pesaba sobre Cronos, luego de destronar a su padre, había rehusado dar satisfacción a Gea. Por no haber liberado a sus hermanos, condenados a no ver la luz. Gea le prometió que también él sufriría la suerte que había infligido a su padre, y que sería destronado por sus hijos.
Para prevenirse contra esa amenaza. Cronos devoraba los hijos que le daba Rea. Los primeros cinco, se los comió. Pero cuando estuvo a punto de nacer el pequeño Zeus, Rea decidió salvar a ese niño. Con la complicidad de Gea, encontró un asilo en una caverna de Creta, donde dio a luz. Luego tomó una piedra y la envolvió en pañales, llevándosela a Cronos y diciéndole que era su hijo. Sin enterarse de la verdad, Cronos, tomó la piedra y se la comió.
Zeus se había salvado al mismo tiempo que Cronos estaba condenado. Zeus creció en el antro de Creta, confiado a la custodia de una nodriza, la ninfa Almatea, y de jóvenes guerreros armados de lanza y escudo, los Curetas. Los Curetas (los jóvenes) bailaban sin descanso una danza guerrera en torno a la gruta donde reposaba el niño: hacían el mayor ruido posible, entrechocando las armas y lanzando gritos de guerra. Todo ello con el fin de cubrir el llanto de Zeus, impidiendo que Cronos lo descubriera y se apresurase a devorarlo. Protegido, Zeus creció y adquirió toda su fuerza divina. Llegó el momento en que había de cumplirse la promesa de Gea.
Zeus tenía entonces por compañera a una hija de Océano, Metis (Perfidia), que le dio una droga gracias a la cual Zeus pudo hacer vomitar a su padre los hijos que había devorado anteriormente y a la piedra, que habían permanecido en el estómago de Cronos todo el tiempo.
LA TITANOMAQUIA (Guerra Titánica / Batalla de los Titanes)
Todos volvieron a ver la luz. Con estos aliados, Zeus atacó a Cronos y a los Titanes, que fueron en auxilio de éste. La lucha duró diez años. Finalmente un oráculo de Gea prometió a Zeus la victoria si tomaba a los seres monstruosos precipitados antaño en el Tártaro por Cronos. Obedeciendo, y realizando así el voto de Gea, a la que Cronos había engañado, Zeus bajó sigilosamente y mató a Campe, la carcelera; cogió las llaves y liberó a los prisioneros; los fortaleció luego con comidas y bebidas variadas y abundantes, y marchó con ellos al combate para que después se convirtieran en sus guardianes.
Aquellos monstruos dieron a los jóvenes dioses poderosas armas que figurarían entre sus atributos futuros. Así es como los tres Cíclopes, forjaron para Zeus el trueno y el rayo, lo mismo que el relámpago: y Zeus será, eternamente, el dios del cielo tempestuoso. También dieron a Hades un casco que volvía invisible a quien lo llevara, por ello fue el dios del reino invisible, y reinaba sobre las almas de los difuntos. Poseidón recibió un tridente mágico, cuyo golpe es capaz de trastornar la tierra y el mar.
Los tres hermanos urdieron entonces un plan para terminar rápidamente con la guerra, que ya se alargaba demasiado. Y así Hades entró, sin ser visto, en presencia del retorcido Cronos para robarle las armas, mientras Poseidón lo entretenía y lo amenazaba con el tridente; finalmente, Zeus hizo caer sobre él su terrible rayo. Entretanto, los Hecatónquiros, apostados en lo alto de los desfiladeros, arrojaban cientos de rocas sobre el resto de los Titanes con tal furia, que pensaron que las montañas se desplomaban sobre ellos.
Al final, con la ayuda de los Cíclopes, Zeus y sus hermanos lograron la victoria, condenando a Cronos y los Titanes a prisión en el Tártaro.
Procedieron entonces a encerrar a los derrotados Titanes en el Tártaro, las más hondas profundidades del inframundo. Sin embargo, dado que durante la guerra Océano y las Titánides, es decir, Tea, Rea, Temis, Mnemósine, Febe y Tetis, habían permanecido neutrales, no fueron castigadas por Zeus. Algunos otros titanes que no fueron encerrados en el Tártaro fueron Atlas, Crono, Epimeteo, Menecio y Prometeo. Zeus dio a Atlas un castigo diferente: Urano, el cielo, casi se había derrumbado sobre la tierra tras la guerra debido a la enorme lucha que había ocurrido bajo él, por lo que Zeus dispuso que Atlas sujetase los cielos por toda la eternidad. Epimeteo, Menecio y Prometeo cambiaron de bando y ayudaron a Zeus en la guerra, por lo que no fueron castigados. Los Hecatónquiros quedaron montando guardia sobre los prisioneros.
Posteriormente se repartieron el imperio del universo; pusieron en el interior de un yelmo tres símbolos y confiaron en la suerte. Al primero le correspondió el Cielo, al segundo el Mar y al tercero los Infiernos. Tierra y Olimpo, en cambio, se consideraron territorio común a los tres. Zeus obtuvo preeminencia, y reinó sobre el cielo, Hades se contentó con la parte del mundo situada debajo de la tierra, el mundo infernal y Poseidón fue el señor del mar.
LA TIFONOMAQUIA
A pesar de la victoria, Zeus, no pudo sentirse seguro. Gea, entristecida por no haber podido disfrutar de la infancia de sus hijos, dio a luz un último vástago, Tifeus (Tifón), el más espantoso y horrible de los dioses. Cuentan que «de sus hombros salían cien cabezas de serpiente, de terrible dragón», que de sus ojos «brotaba ardiente fuego cuando miraba» y que sus cien bocas producían las voces más variadas y fantásticas: «Unas veces emitían articulaciones como para entenderse con dioses, otras un sonido con la fuerza de un toro de potente mugido, bravo e indómito, otras de un león de salvaje furia, otras igual que los cachorros, maravilla oírlo, y otras silbaba y le hacían eco las altas montañas».
Zeus se vio forzado hacerle frente, lanzó contra él uno de sus rayos mortales y acabó con el monstruo. Tifeus fue enterrado bajo el Monte Etna, en Sicilia, y todavía hoy pueden verse, de cuando en cuando, sus encendidos humos.
SEGUNDA GENERACION DE DIOSES
Zeus tomó una esposa divina: Metis como primera compañera. Gea y Urano, depositarios de los secretos divinos, revelaron a Zeus un oráculo del Destino: De los hijos que nacieran de Metis y de él, el primero sería muy sabio y valiente, pero el segundo sería un hijo de ánimo violento llamado para destronar a su padre.
Previniendo el peligro, Zeus se comió a Metis cuando ésta esperaba a su primer hijo. Zeus convocó al dios forjador, Hefestos, y le ordenó que le hendiera la cabeza de un hachazo. Y así es como, de la cabeza de Zeus, surgió una muchacha enteramente armada: era la diosa Atenea, toda sabiduría y valentía.
Temis, la Titánida, fue la segunda esposa de Zeus, era ella la encarnación de la ley o la Equidad. De esa unión nacieron las divinidades que llaman las Horas, y que son las estaciones, Eran tres: Eunomía, Diké e Irene, es decir, Disciplina, Justicia y Paz, pero los atenienses las conocían bajo los nombres de Thalo, Auxo y Carpo, que evocan los tres principales momentos de la vegetación: el nacimiento de la planta, su crecimiento y su fructificación.
Zeus tuvo otras tres hijas con Temis, Moiras (las Parcas): Cloto, Laquesis y Átropos, que rigen el destino de todo ser humano. Aquel destino estaba simbolizado por un hilo, que la primera de las Parcas sacaba de su rueca, que la segunda enrollaba y que la tercera cortaba cuando llegaba al término de la vida que representaba.
La tercera esposa de Zeus fue la Oceánida Eurinome, que le dio también tres hijas, Kharites (las gracias), Aglae, Eufrosine y Talía. Como las Horas, las Gracias son genios de la vegetación: Son ellas quienes transmiten la alegría en la Naturaleza y en el corazón de los hombres. Viven en el Olimpo en compañía de las Musas, presiden toda labor femenina. Deméter que era su hermana, dio a Zeus una hija, Perséfone.
Luego se unió a la Titánida Mnemosine, y tuvo de ella nueve hijas, las Musas, "que se complacen en las fiestas y en la alegría del canto". Las Musas también patrocinan todas las actividades intelectuales, hasta las más altas, todo lo que libera al hombre de la materia y le da acceso a las verdades eternas. Elocuencia, persuasión, sabiduría, conocimiento del pasado y de las leyes del mundo, matemáticas, astronomía, poesía, música y la danza son su dominio. Las Musas eran: Calíope La poesía épica. Clío La historia. Polimnia la pantomima. Euterpe La flauta. Talía la comedia. Erato la lírica coral. Tepsícore la poesía ligera y la danza. Melpómene la tragedia. Uranía la astronomía.
Después de Mnemosine, Zeus se unió con Leto, la hija del Titán Ceo y de la Titánida Febe. De ella tuvo dos hijos, Artemisa y Febo. Maia, hija del Titan Atlas, concibió al dios Hermes por obra de Zeus.
Hera fue la última de las esposas divinas de Zeus, que le dio un hijo. Ares, el dios de la Guerra, y dos hijas: Hebe, personificación de la juventud (esposa de Heracles), e Ilitia, el genio femenino que protege los partos.
Zeus amó también a mortales, sobre todo a Alemena, que le dio a Hércules, y Semele, de la que tuvo a Dionisio, el dios del Vino. Hera, furiosa de verse así abandonada, hizo nacer por sí misma, sin la intervención de Zeus, a un hijo divino, Hefestos, que preside el trabajo de los herreros y de las artes del fuego.
LA GIGANTOMAQUIA
Gea, enterada de que sus hijos estaban nuevamente encerrados en la oscuridad del Tártaro, sublevó a sus otros hijos, los Gigantes, nacidos de la sangre de Urano cuando Cronos lo castró. El ataque de Gea no ocurrió justo después de la afrenta, por lo que Zeus tuvo tiempo de prepararse.
En la guerra tomaron parte todas las divinidades del Olimpo. Zeus, armado del poderoso rayo y protegido por la égida, la mágica coraza que se hizo con la piel de la cabra Amaltea, y Atenea, cubierta también por la égida, que comparte con su padre, y protegida por su escudo redondo adornado con la cabeza de Medusa.
Gea hizo crecer una hierba que volvía a sus hijos invisibles a los ojos de los humanos e inmortales a sus golpes. Al saber esta situación, Zeus impidió que Helios, Selene y Eos se levantasen hasta que lograse descubrir la hierba mágica. Como los Gigantes eran inmortales ante los dioses, Zeus se unió a Alcmena y engendró a Heracles. Se cumplía así la profecía según la cual los Gigantes no serían vencidos sin la ayuda de un mortal como lo había sido Heracles.
La batalla se libró donde habitaban los Gigantes, en Flegra (‘tierra ardiente’). Los comandantes fueron Eurimedonte, Alcioneo y Porfirión. Cada Gigante fue rematado por las flechas de Heracles empapadas con veneno de la Hidra de Lerna, excepto los que quedaron presos bajo las islas.
Con su nueva victoria, Zeus afirma su poder con el dominio absoluto del mundo y se cierra el ciclo de divinidades poderosas y fuerzas desordenadas que todo lo destruyen y corrompen. Se considera este triunfo un símbolo de la victoria del orden y de la razón sobre los instintos y las pasiones.
EL ORIGEN DEL HOMBRE
Después de las guerras, Zeus, al ver que los dioses, rivalizaban con él y que las bestias no le hacían caso, decidió crear un ser lo suficientemente frágil y débil para que le estuviera eternamente agradecido y perpetuamente le rindiera homenaje, y lo suficientemente lúcido para que entendiera la deuda que con él tenía.
Treinta años dicen que anduvo dando vueltas de un lado para otro sin que se le ocurriese nada, bajaba impetuoso al valle arrollando árboles y rocas, subía huracanado a la cumbre nevada del Olimpo, mandaba enganchar la cuadriga y cabalgaba golpeando las nubes con el rayo, se levantaba insomne por las noches y destapaba la caja de los truenos, con lo que todos los dioses se despertaban sobresaltados.
Un día que casualmente vio a Prometeo fabricar un muñeco, pedido de su primo Nereo para una de sus numerosas hijas, una chispa de luz le saltó en el páramo del cerebro. Agarró al titán por los hombros y con esa prontitud e impaciencia que lo caracterizaba, febriles los ojos, le dijo: Hazme uno igual, pero que hable y camine. Y sin darle espacio para responder, lo apremió: ¿Cuanto tardarás? Lo miró Prometeo reflexivo y dijo: No lo sé, nunca he hecho nada semejante. Apresúrate, le respondió su primo, y tenme informado.
Para cumplir el encargo, Prometeo buscó la mejor arcilla de la llanura de Maratón, la mezcló con agua del Ponemo y modeló un muñeco en todo semejante a los dioses, aunque de sólo cuatro codos de altura, al que llamó hombre. Eros le insufló el espíritu de la vida y Atenea le dotó de alma, después de lo cual el hombre abrió los ojos al mundo.
Prometeo fue un gran benefactor de la humanidad. Urdió un primer engaño contra Zeus al realizar el sacrificio de un gran buey que dividió a continuación en dos partes: en una de ellas puso la piel, la carne y las vísceras, que ocultó en el vientre del buey y en la otra puso los huesos pero los cubrió de apetitosa grasa. Dejó entonces elegir a Zeus la parte que comerían los dioses. Zeus eligió la capa de grasa y se llenó de cólera cuando vio que en realidad había escogido los huesos.
Indignado por este engaño, Zeus privó a los hombres del fuego. Prometeo decidió robarlo, así que subió al monte Olimpo y lo cogió del carro de Helios o de la forja de Hefestos y lo consiguió devolver a los hombres en el tallo de una cañaheja. De esta forma la humanidad pudo calentarse.
Indignado por esto, Zeus formuló un castigo para los hombres, y ordenó a Hefaistos que modelara una mujer de barro, a los Cuatro Vientos que le infundieran aliento y a todas las diosas que la vistieran y engalanaran.
De esta manera se creó una mujer casi tan bella como las diosas; pero los volubles vientos, por mandato del que amontona las nubes, le insuflaron un alma malévola y perezosa.
Atenea le regaló luego «un vestido de resplandeciente blancura, un velo bordado con sus propias manos y una corona de fresca hierba trenzada con flores». Una portentosa diadema de oro había cincelado para ella el Patizambo. Las divinas Cárites le pusieron collares de oro y las Horas le dieron una espléndida melena. Por fin el Cronida, contento de lo que tramaba, tan rencoroso y envidioso era, la presentó ante la asamblea de los demás dioses para que la enriqueciesen con cuantos dones pudieran hacerla más apetecible.
Entonces «un estupor se apoderó de los inmortales cuando vieron el espinoso engaño, irresistible para los hombres, pues de ella desciende la estirpe de las mujeres, gran calamidad para los mortales». Obedecieron sin embargo a la sugerencia, que era mandato, y se sabe que Hermes le puso en la boca elocuencia y palabras seductoras y equívocas, que Apolo la adornó con dotes para la música. Sospechan algunos que Afrodita le concedió el don de la seducción y aseguran otros que Hera, a escondidas de su esposo, convocó a sus hermanas Hestia y Démeter quienes pusieron en la neófita la prudencia, la constancia y la fortaleza. Atenea, unida esta vez a sus tías, le dio sabiduría para discernir la justicia. La llamaron Pandora, la que posee todos los dones.
Hermes fue el encargado de conducirla, como un regalo del cielo, hasta Prometeo, pero antes de enviarla a los humanos, Zeus le entregó un ánfora que se supone contenía inmensos bienes y presentes para Prometeo con la advertencia de no abrirlo, lo que ella prometió a pesar de la curiosidad que le mordía el alma, sin saber que en el ánfora se encontraban todos los males con los que Zeus quería castigar a la humanidad: la vejez, la enfermedad, la fatiga, la locura, el vicio, la pasión, la plaga, la tristeza, la pobreza, el crimen… .
Pero Prometeo, astuto y precavido, la rechazó e indicó a su hermano que, como había hecho él, desconfiara de cualquier regalo de Zeus. Epimeteo, sin embargo, joven y cándido, se enamoró locamente de Pandora nada más verla, se desposó con ella y aceptó el ánfora como dote.
Pandora terminaría abriendo el ánfora, tal y como Zeus había previsto de la que no salieron más que horribles males, pestes, guerras, hambres, muertes... Horrorizada, intentó cerrarla, pero sólo consiguió retener dentro a la Esperanza, una paloma, que ayuda desde entonces a todos los hombres a soportar los males escapados de la caja y extendidos por toda la faz de la tierra.
Desde su soberanía en lo alto del monte Olimpo, Zeus observaba la evolución de los hombres y no le gustaba lo que veía. Encendió su cólera primero Licaón, hijo de Pelasgos, rey de Arcadia, cuando le ofreció a su propio hijo, Níctimo, en sacrificio; en respuesta Zeus lo convirtió en lobo y fulminó su casa. Luego visitó a sus hijos quienes persistieron en la ofensa y tuvieron la desvergüenza de ofrecerle un plato con los hígados de su hermano. También los convirtió en lobos y devolvió a Níctimo a la vida, aún a riesgo de enfadar a su hermano Hades. Inmediatamente después comenzó a maquinar males para arrasar a la humanidad.
Primero pensó en abrasarla bajo el fuego de sus rayos, pero recapacitó pensando que las llamas podrían llegar al Olimpo. Finalmente, decidió borrar a la humanidad de la faz de la Tierra mediante un gran diluvio. Pidió así ayuda a los cuatro vientos, que amontonasen las nubes les pidió y lanzó sus rayos sobre ellas provocando una gran tormenta. Poseidón, a su vez, movió con tal fuerza el tridente, que provocó olas gigantescas que inundaron la tierra. Los pobres mortales, aterrorizados por el diluvio, olvidaron sus luchas en un vano esfuerzo por huir del desastre. Escalaron montañas, subieron a lo alto de las cimas; pero todo fue inútil, porque las aguas cayeron de las nubes como cataratas, inundaron sus hogares y los arrastraron despiadadas a las negras profundidades del mar crecieron, sordas a sus gritos de desesperación, insensibles a sus angustiosos lamentos.
Y la lluvia siguió cayendo incesantemente hasta que, después de nueve días, el agua cubrió toda la superficie de la Tierra, excepto la cima del monte Parnaso, el pico más alto de toda Grecia, sólo una barca gigante, una especie de baúl, botaba sobre las olas, que ocupaban Deucalión, rey de Ptía, hijo de Prometeo, y su esposa Pirra, hija de Epimeteo y Pandora. Prometeo, sabedor de lo que se avecinaba, había advertido a su hijo que construyera el baúl, lo abasteciera e intentara salvarse en él. Esta pareja se había mantenido siempre pura y virtuosa, aún cuando les rodeaba la depravación de sus vecinos; por lo que Zeus se apiadó de ellos y les consintió el salvarse.
Cuando la paz volvió a la Tierra, Deucalión y Pirra miraron desconsolados a su alrededor sin saber qué hacer. Por fin decidieron acercarse al santuario de Delfos, que había resistido la fuerza del diluvio y entraron a conocer el deseo de los dioses. Temis se les apareció en persona y les dijo: "Cubríos la cabeza y arrojad hacia atrás los huesos de vuestra madre!". Al principio se quedaron horrorizados ante semejante respuesta y, puesto que ambos tenían distintas madres, muertas las dos, pensaron que la Titánide se refería a la Tierra y que sus huesos eran los cantos que arrastraba el río. Marido y mujer actuaron cuanto antes, se cubrieron las cabezas y descendieron arrojando piedras detrás de ellos. Todas las que arrojó Deucalión se convirtieron en hombres, mientras que las arrojadas por Pirra se tornaron en mujeres. De esta forma la Tierra se volvió a poblar con una raza de hombres sin culpa. Poco después, Deucalión y Pirra tuvieron a Heleno, que dio nombre a la raza helénica o griega.
El diluvio, como consecuencia de la cólera divina, cayó para castigar a los hombres para después de él la humanidad renacer purificada. El mito supone que los hombres alcanzan el nivel de civilización, tras la cual comienza la decencia moral.
II: TRABAJOS Y DIAS
Presenta el trabajo como el destino universal del hombre y cuenta las cinco edades de los hombres.
LAS EDADES DE LOS HOMBRES
EDAD DE ORO
La primera raza que se creó de hombres. Esta raza vivía con los dioses y sin preocupaciones. Los frutos crecían sin cesar de los frondosos árboles. Vivían durante muchos años, pero siempre con apariencia joven, hasta que morían de forma tranquila Dicen que con el tiempo, todos perecieron y ahora son espíritus que donan buena fortuna y defienden la justicia.
EDAD DE PLATA
La siguiente raza, también creación divina, no fue tan afortunada. No fue próspera y el hombre tuvo que trabajar para poder alimentarse. Fue en esta edad cuando aparecieron las estaciones del año, y donde el hombre conoció el frío. Los hombres vivían durante cien años como niños. Vivían un corto período como adultos, que malgastaban con disputas con otras personas. Los humanos se negaron a seguir rindiendo culto a los dioses, por lo que Zeus destruyó esta raza por impiedad.
EDAD DE BRONCE
Luchar era costumbre y las diferencias se arreglaban a base de guerras. Descubrieron el bronce, que emplearon para construir armas, herramientas e incluso sus hogares. Esta raza se exterminó a sí misma debido a su violencia
EDAD DE LOS HEROES
Es la única edad que no corresponde con ningún metal, eran más nobles y generosos, pues, dicen, los habían engendrado los dioses en mujeres mortales. En este período vivieron los héroes y semidioses y realizaron sus hazañas, lucharon gloriosamente en el sitio de Tebas, en la expedición de los argonautas y en la guerra de Troya. Se convirtieron en héroes y habitaron los Campos Elíseos.
EDAD DE HIERRO
La edad de Hesíodo. Los hombres viven de forma infeliz y miserable. Los hijos deshonran a los padres, los hermanos luchan contra los hermanos y los tratados de hospitalidad son constantemente incumplidos. Durante esta época las malas personas mienten para parecer buenas y no se tiene sentimiento de vergüenza.